Otoño en el Valle del Genal

Quiero presentar una nueva colección de fotografías de JMVargas. Es esta una serie de imágenes sobre la época otoñal en el Valle del Genal, un lugar, como muchos otros, a veces tan cercanos y tan desconocidos, extraordinarios, sensacionales, de esos que nos impresionan el espíritu y la memoria.  Como lo hacen también estas otras impresiones que JMVargas ha sabido capturar. Pero si este valle, esta comarca andaluza, tiene un paisaje seductor, fascinante, más aún lo es en el tiempo del otoño.

La colección, compuesta por veintisiete imágenes de la serranía, de algunos de los pueblos que la salpican, del río y, sobre todo, del monte vestido de otoño, nos acerca sensaciones, nos produce emociones y nos traslada a evocaciones, recuerdos, momentos. Unos sentimientos, unas vivencias, unas impresiones éstas que nos transportan a un paisaje especial, una situación propia, y que nos arriman a un rincón conocido o no, a un recuerdo, a un deseo tal vez.

Estas instantáneas, retratos de un otoño completo, puro, reflejan un clima y una geografía que podríamos fácilmente asociar con cualquier rincón del norte peninsular, un paisaje que conoce el frío, y la lluvia, un lugar que convive con la tierra, con el monte y donde los árboles, cuando llega el otoño, abandonan su adorno. Y es la tierra entonces quien lo recoge.

Pero lejos de llevarnos a esos lugares, las fotografías otoñales que quiero presentar, nos llevan a un valle del sur español, un sitio donde el otoño es diferente, igual de asombroso, igual de fascinante, pero muy distinto, con otra mirada, con otro color, con otro olor, y otro sonido, y otro tacto seguramente, con otra intensidad, otras expresiones, con otros detalles. Porque en el valle de Genal se hace posible un otoño de otras latitudes. En este pequeño territorio situado entre la Serranía de Ronda, el Estrecho de Gibraltar y la Costa del Sol, esta época parece reflejar imágenes lejanas, panoramas distantes y horizontes más lejanos. Y esto es posible por su especial naturaleza y por las peculiares condiciones geográficas de las que disfruta. Su localización, el relieve, las características geológicas y un especialísimo clima le confieren unas condiciones particulares y únicas y un paisaje peculiar respecto de otras zonas cercanas.

Condiciones todas ellas que vienen determinadas, como hemos dicho, por causas naturales. Por ello y, con la intención de conocer un poco más y entender mejor la singularidad de esta comarca, nos aventuramos a sugerir algunos detalles informativos de su situación y naturaleza y, también, de la relación de esta naturaleza con quienes la viven. Pues estas fotografías nos disponen fácilmente al interés y, sobre todo, a la persuasión, y nos invitan a buscar una ocasión para ir a encontrarnos con este lugar, para descubrirlo, a poder ser, en otoño.

Carretera de comunicación entre pueblos del Valle

Carretera de comunicación entre pueblos del Valle

ASPECTOS NATURALES DEL VALLE

El Valle del Genal está en el occidente de la provincia de Málaga y limítrofe con la de Cádiz. Se encuentra situado en plena Serranía de Ronda, entre la misma Ronda (N), la Sierra de las Nieves (E), el Valle del Guadiaro (NE), Sierra Bermeja (SE) la de Grazalema (NW) y los Alcornocales (SW), y sobre el Estrecho de Gibraltar y la Costa del Sol. El cerro de Cascajares es el balcón natural del valle hacia la costa. Este terreno de roca caliza está poblado de castaños, el árbol dominante, también de encinas, quejigos y alcornoques, que en el lugar se conocen como chaparros. De estos últimos, como en otras zonas cercanas, se aprovecha la corteza o corcha, una faena forestal muy antigua que se hace en verano y consiste en aprovechar el corcho. Esta actividad se conoce como pela o saca, trabajo  delicado y vistoso, sin duda-, que se hace cada nueve años, pues es el tiempo que el corcho tarda en madurar y cubrir de nuevo el tronco del árbol. La cosecha era transportada por los arrieros, oficio tradicional en la comarca, pues la particular geografía y la dificultad del terreno obligó al transporte de todo tipo de mercancías a lomos de caballerías, fundamentalmente mulas.

Los valores naturales de esta región están determinados por la singular  situación geográfica con influencias atlánticas y mediterráneas, abundancia de lluvias y variedad de suelos,  que son de gran complejidad geológica y edafológica. De entre éstos, el terreno calizo ha producido en esta zona un fenómeno cárstico muy interesante conocido como los “torcales” o “riscos”, de suelos blancos y grises, destacando en la región los de Antequera. También se pueden encontrar lajas, rocas porosas y dolinas (unos hoyos circulares rellenos de arcilla que actúan como sumideros formando lagunas interiores), mientras las rocas silíceas forman sierras pardas, de origen volcánico. Esta complejidad de suelos (calizas, arcillas, sílice, pizarra…)  y la particular orografía, en la que no faltan cuevas, simas, galerías y aguas subterráneas, le ofrecen una variada vegetación compuesta por quejigos, robles andaluces, alcornoques, helechos,… que lo han convertido en el mejor ejemplo de bosque mediterráneo de la provincia de Málaga, con una rica flora que incluye desde vegetación tropical hasta matorrales, endemismos o los abetos de alta montaña y pinsapos, unos abetos endémicos que, necesitados de una humedad elevada, ocupan zonas umbrías y laderas en las zonas altas. Propios de lugares más frías, los pinsapos de esta comarca, junto con los del norte de África son los más meridionales del planeta. A ellos se añaden, además, pinos, encinas, sabinas, arces, algarrobos, sauces, alisos, fresnos, álamos, chopos, olmos; arbustos, como el madroño, brezo, jara, lentisco, enebro, espino, mirto, zarzamora; y helechos, acebos, carrizos, brezos, tarajes, hierbas aromáticas, esparto, palmito, retama, y una gran variedad de orquídeas. La diversidad de especies animales también es considerable.

Lógicamente, son estas especiales condiciones las que confieren a la zona un clima particular en cuanto a temperaturas y precipitaciones y un régimen de lluvias por encima de la media andaluza, con fuertes nieblas (sobre todo en el valle bajo), que aportan un alto grado de humedad. Un microclima especial que ha propiciado esta variedad vegetal y el paisaje único y singular.

Nacimiento del Genal en Igualeja

Nacimiento del río Genal

Fenómeno y accidente determinante entre tantos elementos del paisaje es el río que da nombre al valle, el Genal, un río que aún hoy no ha sido modificado en su curso y cuyas riberas están llenas de actividad. El Genal es el principal afluente del Guadiaro, que desemboca en el Mediterráneo tras un largo recorrido en el que origina uno de los valles más hermosos de la comunidad andaluza. La riqueza del agua ha permitido, como en otros casos, designar distintas ubicaciones al nacimiento del río. Y las fuentes del Genal parece que son muchas y variadas: el punto más alejado es el que se conoce como Fuente del Muerto, desde donde continúa hasta el lugar en que el curso toma nombre, en la unión entre los ríos Igualeja y Nacimiento (Alto Genal). Aquí el laberinto de riachuelos y arroyos constituyen un hermoso paisaje. En la confluencia entre los ríos Igualeja y Seco se convierte en Genal propiamente dicho, en un paraje conocido como la Junta de los Ríos. Pero parece que su nacimiento natural es el río Júzcar, y el punto más llamativo el sitio nombrado del Nacimiento, en Igualeja, donde el agua mana desde una cueva. Aunque todos sus manantiales constituyen un espectáculo en el valle: hermosas cascadas que forman uno de sus afluentes, el río Seco, meandros en el curso medio y bajo, mientras, entre una rica vegetación, va perdiendo fuerzas y recibe aguas de los ríos Guadiaro y Hozgarganta. En los otoños de abundantes lluvias aumenta su caudal.

Como en tantos otros casos, la fuerza de las aguas del Genal está asociada a la actividad molinera para la molienda de harina de trigo y aceite, y algunas de las aceñas se emplearon como batanes utilizando las presas, en la región zúas. Incluso, en los inicios del siglo XVIII, bajo el amparo de la riqueza en hierro de las tierras (también es conocida la existencia de plata y oro y la actividad minera ligada a ellos desde la Antigüedad) y la abundancia forestal para el combustible, así como la cercanía de importantes puertos marítimos, se instaló la Real Fábrica de hojalata de San Miguel, que no acabó el siglo. Otras actividades fueron la extracción de cal, en las caleras, la recolección de esparto y palmito, empleados para artesanía, el zumaque (utilizado para el curtido de pieles) o el carbón.

La importancia del agua y de otras riquezas naturales ha sido, sin duda, también la causa de que esta comarca estuviese poblada desde tiempos remotos. Antiguos pobladores que, aunque no habitaron estos pueblecitos coquetos y desparramados entre la vegetación, formaron asentamientos comunales en la Edad del Cobre y del Hierro; también en época antigua, de fenicios, tartesos y romanos, de la que queda la vieja ciudad de Lacipo, primero turdetana. Más tarde, y más cercanos a sus actuales habitantes, visigodos y musulmanes del Reino de Granada. El valle fue después conquistado por Sancho IV, encontrando la muerte, durante la ocupación, Guzmán el Bueno. Durante la Edad Media perteneció a varios señoríos hasta que, en 1499, pasó a depender de la Corona.

También el agua fue, en época más reciente, elemento importante en las historias de bandoleros. Y es que hasta hace relativamente poco tiempo -quizá menos de un siglo-  era éste un sitio aislado, un lugar donde sólo se podía llegar a pie o a lomos de caballerías, por estrechos senderos y veredas de difícil acceso, entre montes y bosques. Sólo avanzado el siglo el XX se trazaron vías por las que circular. Este aislamiento y la difícil orografía del terreno son también los que han preservado el paisaje. Por desgracia, en los últimos tiempos no faltan amenazas que enturbien su porvenir.

Pero de entre sus riquezas y variedad de especies vegetales, muchas de ellas arbóreas, destaca, sin lugar a dudas, el castaño, que es el paisaje que reflejan las imágenes de JMVargas. Actualmente supone una porción importante, si no la más, de la economía de la región. Es uno de los principales elementos paisajísticos y el árbol emblemático de estas tierras. El castaño es un árbol cultivado. Originario de Europa oriental y Oriente Próximo. En época romana se extendió el valle, pero ya existía en la Península con anterioridad. Su protagonismo en esta serranía, sin embargo, es más reciente.

Este árbol colosal es longevo, propio de clima templado y húmedo y común en el hemisferio norte. Su tronco, que puede llegar a alcanzar más de treinta metros, es grueso y fuerte, de color marrón grisáceo con corteza acanalada y formas espirales. De sus ramas cuelgan hojas lanceoladas, de bordes denticulados o en sierra, y un intenso y brillante color verde que, a medida que pasa el verano se va volviendo amarillo hasta llegar a los hermosos tonos dorados cuando viene el otoño y caen, pues se trata de un árbol de hoja caduca. El castaño florece al final de la primavera, entre mayo y junio, y sus frutos, las castañas, maduran en otoño, entre octubre y noviembre. Las castaña se desarrolla dentro de una  envoltura cubierta de espinas que se conoce con el nombre de erizo y que contiene varias unidades. Cuando madura se desprende y cae de forma natural. Cuando el erizo cae al suelo se abre y deja las castañas al descubierto, algo que llega a ser muy vistoso. Su recolección es una de las actividades tradicionales más productivas del valle.

Los castaños del Genal producen dos tipos de frutos: la castaña brava, que sirve para alimento de ganado, y la más valiosa o pilonga,  que es la que se comercializa; además se da la castaña temprana. Actualmente se están realizando injertos con otras variedades del norte del país para mejorar el producto.

Calle y fuente en Benalauría

Calle y fuente en Benalauría

En este paisaje fecundo y variado, de riscos, pedregales y cuevas, y también de importantes cursos de agua, rica flora, cultivos y bosques espesos, aparecen y destacan pequeños y llamativos pueblos, poblaciones de una marcada fisonomía popular y andaluza que alivian la marcha del caminante, permiten disfrutar de la particular gastronomía, y de sus manifestaciones artesanales, tradicionales y festivas. Pueblos que aún conservan cierta reliquia en sus nombres de la época andalusí, y seguro esperan nuestra curiosidad y nuestra visita, como Algatocín, Alpandeire, Atajate, Benadalid, Benalauría, Benarrabá, Cartajima, Casares, Gaucín, Igualeja, Jubrique, Parauta, Pujerra, Genalguacil, un pueblo sembrado de esculturas cuyo nombre propio va enlazado con el del valle y el del río que lo titula, o Júzcar, otra población con nombre de río, o al contrario, y también el que cambió el color blanco por el azul, volviéndose llamativo entre todas por motivos de la industria cinematográfica -ya que fue utilizado como localización y decorados de una película- y cuyos vecinos han sabido aprovechar este cambio de imagen para beneficio turístico.

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Y entre algunos de ellos, como demuestran estas imágenes que presentamos, se alzan los bosques de castaños, cautivadores como pocos. Si todos los árboles son especiales y parece que desprenden poderes casi mágicos, el castaño destaca, como también otros, de forma particular. Los grandes árboles nos transmiten fuerza, poder, protección, edad, vida, tiempo. Tal vez aquí está la magia que desprenden, en la vida que sugieren, en el tiempo que resisten, pero además, entre ellos, los hay que inspiran solidez, que imponen majestad. Y uno de estos es el castaño.

Viejo castaño en el monte

Viejo castaño en el monte

Mi atracción por el castaño es especial, como lo es también la de otros árboles fuertes y longevos. Durante mi niñez, como la gran mayoría de los niños de mi generación y mi vecindad, sólo conocía las castañas en montoncitos sobre un mostrador, o dentro de una caja de madera, adornando las fruterías por las fiestas de Todos los Santos, o en un cartucho de papel de estraza, ya después de pesada. Era común en mi casa asar las castañas, primero en una cacerola vieja que se perforaba por completo y ya, más tarde, en un puchero de barro con la panza llena de agujeros.

Cuando descubrí la castaña en su medio natural quedé impresionada. Aún hoy lo sigo estando. Fue con mi madre, todavía de niña, y durante una de las vacaciones en las que íbamos a pasar el verano con la familia. En algunas ocasiones, el viaje se alargaba hasta principios de otoño, cuando en el norte hace ya su absoluta entrada la estación antes que en otros lugares de nuestra geografía. Y llegados los primeros días fríos se asaban, en compañía, las primeras castañas. Era como una especie de fiesta y para nosotros una aventura ir a recogerlas. Y fue en una de estas cortas excursiones donde conocí el misterio y el prodigio de la castaña, envuelta, protegida, tan distinta a lo que yo podría haber imaginado nunca, y cuando descubrí el erizo vegetal que la abrigaba al tiempo que la escupía. Aquellas castañas las recogíamos al pie de nuestro familiar castaño, un árbol colosal y único, que acabó convirtiéndose en casi mítico y al que sentimos, y mucho, cuando tantos años después, la vejez y la mala fortuna le hicieron perecer bajo la tala.

Con otros castaños, muchos, aún fuertes y vivos, El Valle del Genal espera. Mientras tanto, una parte del último otoño, el de 2012, fue recogida en esta colección para poder disfrutarla en la distancia de espacio y de tiempo, para recrearse desde lejos.

La información sobre las características físicas y naturales del lugar se han obtenido en parte de FLORES DOMÍNGUEZ, Rafael (2007): Valle del Genal. Guía del excursionista, ed. La Serranía, Ronda. Este libro, cuyo autor demuestra estar cargado de conocimiento y cariño por la zona, aporta una importante información de la región y, además, proporciona una interesante bibliografía (alguna bajo el sello de la misma editorial) a todos los interesados que la quieran conocer mas a fondo o se planteen visitarla.

Aquí puedes ver el catálogo de imágenes

10 respuestas a Otoño en el Valle del Genal

  1. JV dijo:

    No puedo dejar ningún comentario, José Manuel, Mercedes, porque me he quedado con la boca entreabierta y sin palabras. Sólo me salen balbuceos. Si el valle es tan bonito como las fotos y el texto evocador que las acompaña, merece la pena el viaje, sin duda.

    • Bueno, Juan, las palabras, ya sabes, a veces exageran. Así que el texto puede ser evocador, subjetivo. Pero las fotografías no engañan. Así que la visita merece la pena. Ahora estarán a punto de florecer. Si esperas al próximo otoño, los puedes encontrar más o menos así. Un abrazo.

  2. Isabel Pérez Sánchez dijo:

    Me han impactado las imágenes (ya lo sabes: el regalo que nos hiciste el otro día aún se mantenía en mi retina). Es difícil (aunque para ti, José Manuel, sea agradable) estar ahí y “recoger” esos momentos mágicos y descubrirnos un lugar, un espacio, unos colores, una belleza, un tiempo… Por eso, al verlas, veo ese tiempo dilatado de espera, de paseos, sin prisas… para elegir el preciso instante “de cocción” y me hace sentir, como si todo fuera posible, alcanzable, y nada fuese en vano. Porque después de compartir esos momentos tuyos, ya también son un poco nuestros, ya que hemos podido, gracias a ti, entrar en ese paisaje en ese momento, e interiorizarlo como recuerdos gratos vividos. El texto de Mercedes es el broche: palabras precisas, evocadoras, siempre cariñosas… La unión deseada y perfecta que tenéis la suerte de disfrutar y conseguir. Gracias por seguir regalando y regalándote «trozos de tiempo dilatado con maravillosas imágenes».

    • Sí, Isabel. Esas imágenes impresionan, y nos hablan en un idioma que solo entendemos cada uno de nosotros. Tú las has entendido de una manera especial, la tuya.
      Y tienes mucha razón. Cuando nos encontramos en un paraje tan bello, tan inmenso y tan único, parece que ciertas cosas cobran sentido, que otras muchas pueden ser posibles. Y lo mejor de todo, según creo yo, es poderlo sentir, sentirse parte de él. Y algo más, como estamos haciendo, ahora y otras muchas veces, poder expresar y compartir todas esas emociones también con el don de la palabra. Un beso.

  3. Teodomiro Cardoso Alcántara dijo:

    Me resultan familiares y evocadoras las imágenes. Recuerdos de no hace mucho, que estuvimos de vacaciones y nos alojamos en Parauta, en una preciosa y restaurada casa del pueblo. Por la mañana muy temprano recorrí ese divino sendero-camino que unía la población con Cartájima y quedé prendado, al igual que vosotros, de este maravilloso paisaje de castaños. Muy bellas las imágenes y las palabras.

  4. loly dijo:

    Estoy impresionada con las fotos y el texto. Después de pasar unos momento tan buenos. Me sigo preguntando, cómo pueden existir paraisos así. Lugares que asocio con la soledad y la calma. hoy cuando iba por la mañana para Jerez, después de hacer ese camino toda mi vida, he descubierto gamas de colores que nunca había visto.
    Me ha gustado mucho el libro, sobre todo el prólogo, entendí algo que a mi me gusta mucho. «Volvemos al lugar donde se nos espera». Espero encontrarnos con vosotros un día en ese lugar, seguro que saldrán muchas emociones que compartimos, porque cada vez tengo más claro que compartimos cosas en nuestra educación, que pertenecen a una historia que nos une. Me estoy poniendo muy seria, pero no tengo muchas oportunidades de compartir algunas cosas. Cuando revivo recuerdos, que quiero tener olvidados, tengo un poco más de vida. Un abrazo Loly

  5. Loly, qué bonito eso que dices de descubrir colores nuevos en el camino de todos los días. Precisamente hoy he hecho una entrada en este sitio que compartimos sobre esa sensación de encontrar emociones nuevas en lugares diferentes y en los de siempre.
    Del libro, me alegra que te haya gustado esa idea de volver al lugar de donde se viene. Al fin y al cabo todos tenemos un origen que nos marca en cierta forma. La fortuna es cuando esa marca es para bien. Seguro que nos encontraremos en ese lugar cualquier día y nos descubriremos tantas cosas, algunas ya intuidas, supongo. Hasta entonces, compartir recuerdos y deseos aquí donde estamos es algo a lo que no debemos renunciar. Así que hasta pronto. Gracias y un abrazo.

  6. Nacho berdegué dijo:

    En 1975 teniendo 5 años vi el valle del genal por primera vez desde peñas blancas, Me llevaron mi padre y mi abuelo. Quede impresionado y 40 años después un 17 de agosto salí con la bici desde Estepona, subí a casares después a gaucin, donde comí, seguí hacía algatocín y bajé al rio genal donde tras tomar un café terminé en genalguacil, allí pasé la noche, a la mañana después de 2 buenos cafés continué por la pista sin asfaltar durante 4 km hasta el puerto de peñas blancas, precioso, único…… no he visto nada tan bonito. ESPERO REPETIR ÉSTE 2017

    • Gracias, Nacho por tu comentario. Te deseo que puedas volver a repetir el recorrido. Si lo haces en noviembre, lo verás más parecido a como lo recogen estas imágenes. Te emocionará, seguro, como a mi.

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